domingo, 22 de septiembre de 2019

Tan Sólo Era el Principio (Relato presentado al concurso de Zenda: Viajes Sostenibles)


Había llegado el momento que tanto ansiaba. Lo único que había conocido era la oscuridad. Hasta el día en el que un punto apareció en el horizonte de mi visión, un punto que creció, rompiendo aquella negrura, revelándome mi hogar sin el velo de la oscuridad, creando... luz, sí, era un buen nombre. Quise alcanzarla, y el punto se reveló como una grieta, un umbral a un nuevo mundo. Decidido, lo crucé.

Y caí. Durante unos segundos que parecieron eternos, me precipité al vacío, hasta detener mi caída con un golpe seco, que produjo un sonido estruendoso.

Pese a aquello, me encontraba perfectamente, únicamente algo cansado después de tanto esfuerzo, así que decidí relajarme, adoptando una postura circular, y empaparme del paisaje. Todo era muy diferente de mi anterior hogar: allá donde antes había superficies que limitaban el espacio, ahora tan sólo había un entorno que parecía abrirse al infinito, bañado en toda su extensión por la luz, que procedía de un círculo en mitad de una cúpula de un color tranquilizador... que, curiosamente, era idéntico al mío.
Además, creaba un juego de intensidades al filtrarse entre la cobertura que coronaba unos elementos rectos, de los que nacían vástagos que se retorcían en formas variadas, y que se erguían orgullosos buscando aquella cúpula.

Pero me di cuenta de que no podía relajarme eternamente, pues aún quedaba mucho mundo por recorrer, y me decidí a moverme, abriendo un camino recto apoyándome a derecha e izquierda en el lecho de la tierra, allá donde aquellos elementos nacían, y siendo recibido de buen grado, como si el propio terreno supiera de antemano que yo debía seguir esa ruta.

El camino fue plácido al principio, con pequeñas curvas que me permitían admirar el paisaje a medida que avanzaba, hasta que, al poco tiempo, el terreno que me sustentaba comenzó a descender bruscamente, obligándome a acelerar el paso, encadenando pequeñas caídas, saltos por encima de obstáculos en mi camino, y curvas a gran velocidad mientras continuaba mi trayectoria descendente.

Acabé llegando, tras un recodo en el camino, a una zona en la que se encontraban una multitud de criaturas que no había visto nunca, subidas encima de unas estructuras igualmente desconocidas. Acercándome un poco más pude averiguar que aquellas criaturas se llamaban seres humanos, las estructuras se llamaban piraguas... y yo mismo tenía nombre: río.

Aquellos seres humanos estaban listos para iniciar lo que llamaban competición, en la que con unos instrumentos llamados remos debían llegar antes que nadie al final del recorrido del río... o sea, de mí.

No entendía nada, pero en cuanto llegué a la altura de los humanos más cercanos, éstos me impulsaron con aquellos remos hacia atrás, frenando mi trayectoria. Tozudo, volví hacia ellos con toda mi fuerza, a lo que ellos respondieron realizando el mismo movimiento otra vez. Pude darme cuenta de que, si utilizaban el remo de una determinada manera, avanzaban más deprisa, sin frenarme tanto, así que tomé la determinación de ayudarles a ganar la competición, ya que, a fin de cuentas, si ellos lograban su objetivo, yo podría retomar antes mi marcha.

Lo que no podía imaginar era que sería una experiencia tan emocionante. Nos entregamos por completo a la velocidad, negociamos curvas imposibles, esquivamos obstáculos (aquellos elementos que se erguían eran árboles y esos obstáculos a evitar eran rocas), caímos al vacío (saltos)... y finalmente vislumbramos lo que ellos llamaban meta, donde esperaba una multitud de personas con una expresión de felicidad y admiración en sus rostros, pasando por estructuras que atravesaban mi camino por encima de mí sin rozarme siquiera (puentes).

El último tramo antes de cruzar la meta lo recorrí limitado a izquierda y derecha por unas superficies (canal), con ritmo más relajado al no haber ningún otra piragua que nos pudiera alcanzar, lo que me permitió observar que, en las zonas más cercanas a mi camino, había una ruta que discurría paralela, en la que convivían humanos a pie y otros subidos en lo que llamaban bicicletas. Había también multitud de árboles, que junto a diferentes áreas donde personas más pequeñas – niños – se divertían y reían, creaban un espacio lleno de belleza y calma.

Así, mientras cruzábamos la meta, donde todas las personas esperaban felices y emocionadas, escuché a mis compañeros de viaje.

– ¿Lo ves, hijo? A esto me refería, a divertirnos y disfrutar de la belleza de la naturaleza a la vez... y esto sólo lo conseguiremos si convivimos y respetamos el planeta. Y ahora el río termina su viaje en el mar, donde se unirá a otros, formando parte de este recurso vital para nuestra existencia. Ya sabes, el agua nos da la vida, los árboles crecen gracias a ella, y estos árboles, que son el pulmón del planeta, nos permiten disfrutar de la Tierra tal y como la conocemos.

Me invadió entonces el miedo: ¿terminar mi viaje, después de saber que podía ayudar de tantas formas? Es cierto que me encontraba cansado después de tantas emociones, pero ahora no podía irme.

– Pero mamá – respondió su acompañante – tú siempre dices que el agua no termina nunca su viaje, ¿es que acaso el mar está quieto?

– No, hijo, claro que no – repuso la madre sonriendo – este río del que hoy disfrutamos llegará al mar, y acabará por alcanzar otro lugar de la Tierra, donde continuará su labor ayudando a muchos otros seres humanos. Quizá incluso acabe sirviendo para generar electricidad de una forma no contaminante. Pero eso es un misterio que sólo el río podrá descubrir.

Y, perdido en mis pensamientos tras las palabras de aquella persona, me alejé de ellos sin darme cuenta. Finalmente, vi que mi camino se abría al infinito, hacia una gran masa de aquel color – azul – que me esperaba, el mar.

Antes había tenido miedo, pero ya no. Ahora estaba impaciente por ver lo que me deparaba el futuro, y me dirigí con decisión hacia mi destino, que no sería sino una etapa de transición hacia mi siguiente viaje.

#viajessostenibles

No hay comentarios:

Publicar un comentario